Esta larga y beneficiosa colaboración terminó repentinamente. Comenzó con un pequeño malentendido que fue creciendo hasta llegar a abrir una tremenda brecha entre ellos, que explotó en un intercambio de palabras amargas seguido de semanas de silencio.
Una mañana alguien llamó a la puerta de Luis. Al
abrir, encontró a un hombre con herramientas de carpintero. "Estoy
buscando trabajo", dijo el extraño, "quizás usted requiera algunas
pequeñas reparaciones aquí en su granja y yo pueda serle de ayuda".
"Sí", dijo el mayor de los hermanos,
tengo un trabajo para usted. Mire, al otro lado del arroyo, en aquella granja,
ahí vive mi vecino, es mi hermano menor. La semana pasada había una hermosa
pradera entre nosotros y él tomó su buldócer y desvió el cauce del arroyo para
que quedara entre nosotros.
Bueno, él pudo haber hecho esto para enfurecerme,
pero le voy a hacer una mejor. ¿Ve usted aquella pila de desechos de madera
junto al granero? Quiero que construya una cerca, de dos metros de alto, para no
verlo nunca más.
El carpintero le dijo: Creo que comprendo la
situación. Muéstreme dónde están la madera, los clavos y las herramientas y le
entregaré un trabajo que lo dejará satisfecho. El hermano mayor ayudó al
carpintero a reunir todos los materiales y dejó la granja por el resto del día
para ir a comprar provisiones al pueblo.
El carpintero trabajó duro todo el día midiendo,
cortando, clavando. Cerca del atardecer, cuando el granjero regresó, el
carpintero había terminado con su trabajo. El granjero quedó, perplejo con lo
que vio. No había ninguna cerca de dos metros; en su lugar había un puente. Un
puente que unía las dos granjas a través del arroyo. Era una verdadera obra de
arte.
En ese momento, su hermano menor, vino desde su
granja, cruzando el puente, abrazó a su hermano, con los ojos llenos de
lágrimas, le dijo: Eres un gran hombre, por construir este hermoso puente
después de lo que te he hecho, gracias y perdóname.
En silencio el carpintero guardó las herramientas y
se dispuso a marchar, cuando Luis, el hermano que le había contratado grito:
¡No te vayas espera!, quédate, tengo muchos proyectos para ti.
-Me gustaría quedarme dijo el carpintero, pero
tengo muchos puentes por construir.
“Dios y el
hombre estaban separados por un abismo, pero como el carpintero, Jesucristo en
la cruz se ofreció como puente. Tú no tienes que hacer nada, el puente ya está
ahí. Crúzalo y podrás recibir el abrazo restaurador de Dios”