El dueño de la empresa se mostró
apesadumbrado al saber que perdería a uno de sus mejores empleados, pero le
pidió, como un favor especial, que construyese una última casa.
El carpintero accedió por compromiso, para complacer a su jefe. Pero su mente y
su corazón no estaban en el trabajo. No puso mucho esmero, ni entusiasmo en el
trabajo, como en otras épocas; no cuidó los detalles y usó materiales de
calidad dudosa. Fue una manera lamentable de concluir su carrera.
Cuando el trabajo estuvo terminado, el jefe vino a inspeccionar la
casa y entregó al carpintero la llave de
la puerta principal.
Querido amigo, ésta casa es tuya. Es mi regalo por todos los esfuerzos
que pusiste en la empresa.
El carpintero quedó mudo. Si hubiera sabido que estaba
construyendo su propia casa, la hubiera hecho con absoluta dedicación.
Así es la vida: En todo lo que hagas, piensa que lo estás haciendo en
primer lugar para ti mismo.
Muchas veces, no damos lo mejor en nuestro trabajo, a nuestra
familia, a nuestros amigos y no nos damos cuenta que tenemos la vida que nosotros mismos hemos
construido…
¡Construyámosla con sabiduría!